Un recorrido por la historia de la filosofía y sus principales exponentes
El problema del ser constituye la cuestión fundamental de la ontología y ha sido el hilo conductor de la reflexión filosófica occidental desde sus orígenes en la antigua Grecia. La pregunta por el ser - ¿qué significa que algo "sea"? - trasciende las apariencias inmediatas y busca comprender la naturaleza más profunda de la realidad.
La ontología, definida como "la disciplina que estudia el ser, comprendido como una característica común a todas las cosas", se pregunta fundamentalmente por el sentido del ser, por las formas de clasificarlo y por los diversos problemas que surgen al pensar la existencia. Esta disciplina, que también se conoce como metafísica general, fue Christian Wolff quien popularizó el término durante el siglo XVIII, definiéndola como "la ciencia del ente en general".
El problema del ser surge en la filosofía occidental con los primeros filósofos de la escuela de Mileto en el siglo VI a.C. Tales, Anaximandro y Anaxímenes plantearon por primera vez la cuestión del arjé (ἀρχή), el principio originario de todas las cosas. Estos pensadores inauguraron "el primer intento de conseguir una explicación racional del mundo", buscando aquello que permanece estable más allá de las apariencias cambiantes.
(c. 610-546 a.C.) introdujo el concepto revolucionario de lo ápeiron (lo indefinido, indeterminado e ilimitado) como principio fundamental.
El problema del ser alcanza su primera gran formulación filosófica en la controversia entre Heráclito y Parménides, dos pensadores que ofrecieron concepciones radicalmente opuestas sobre la naturaleza de la realidad.
(540-480 a.C.) postuló que "el conflicto y la tensión entre los opuestos eran la fuerza motriz detrás de la realidad en constante flujo". Su famosa afirmación "*Todo fluye, nada permanece*" encapsula su visión del ser como proceso continuo de transformación.
Desarrolló una ontología radical que negaba la realidad del cambio. En su poema "Sobre la naturaleza", Parménides estableció los principios fundamentales: "el ser es y el no ser no es".
Aristóteles (384-322 a.C.) realizó la primera sistematización comprehensiva del problema del ser en su Metafísica. Definió la metafísica como la ciencia que "trata del ser en cuanto ser y de los principios por los que se rige", constituyendo así la "filosofía primera porque establece los primeros principios de todos los seres".
Particularmente relevante es su distinción entre ser en acto y ser en potencia. "Por ser en acto se refiere Aristóteles a la sustancia tal como en un momento determinado se nos presenta y la conocemos; por ser en potencia entiende el conjunto de capacidades o posibilidades de la sustancia para llegar a ser algo distinto de lo que actualmente es".
La filosofía medieval, especialmente con Tomás de Aquino (1225-1274), introduce una distinción conceptual que marcará profundamente la historia de la ontología: la diferencia entre esencia y existencia.
"Lo que una cosa es, su esencia, puede ser comprendido independientemente de que esa cosa exista o no; e independientemente de su existencia o no, la esencia se mantiene inalterable siendo lo que es".
La esencia "es una potencia, puede existir o no. La existencia sería la puesta en acto de la capacidad de existir de la Esencia". Esta estructura implica que "todas las cosas que existen son un compuesto de esencia y existencia. En ese sentido son contingentes, es decir no tienen en sí mismas la necesidad de existir".
En contraste radical, "en Dios su Esencia incluye su Existencia. La Esencia de Dios es su ser. Dios es pura Esencia, sin limitación y que incluye todas las perfecciones". Esta distinción establece una "jerarquía entre los seres: los contingentes, los que reciben su existencia; y el ser necesario, aquel en que la esencia y la existencia se identifican".
René Descartes (1596-1650) introduce una transformación radical en el planteamiento del problema del ser. A través de la duda metódica, Descartes descubre que "hay sin embargo algo de lo que no puede dudar y es de su propia existencia como ser pensante". El famoso cogito ergo sum ("pienso, luego existo") establece que "la existencia afirmada es la del propio yo o sujeto pensante, no la del cuerpo".
Immanuel Kant (1724-1804) introduce una crítica devastadora a la ontología tradicional. "Kant rechaza la posibilidad de una ontología concebida como una teoría del ente en cuanto ente, debido a las pretensiones que ese proyecto implica respecto del conocimiento de las cosas tal como son en sí mismas".
Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831) desarrolla una concepción del ser como proceso dialéctico. Para Hegel, "el espíritu no es simplemente una idea abstracta; es un proceso de auto-reconocimiento y objetivación que se despliega en la cultura, la sociedad y las instituciones humanas". El ser hegeliano no es estático sino que "es el pensamiento en su *otro ser*, en su realización sensible-corpórea".
Friedrich Nietzsche (1844-1900) introduce una crítica radical a toda la tradición ontológica occidental. "Todo el pensamiento de Nietzsche tiene como punto de partida la idea de que la cultura occidental es decadente". Nietzsche "acusa a la metafísica tradicional de oponerse a la vida y haber falsificado la realidad".
Para Nietzsche, "el único fundamento absoluto de la realidad es 'la vida', entendida en su dimensión biológica, instintiva e irracional". Su crítica se dirige especialmente contra "la idea establecida por Platón, y reafirmada por el cristianismo, de que el mundo real es el mundo del ser, la unidad y la permanencia". Nietzsche afirma que "los filósofos se han inventado otra realidad por resentimiento, por el temor a la muerte o al cambio".
Martin Heidegger (1889-1976) emprende una renovación radical de la pregunta por el ser. Su obra Ser y Tiempo tiene como propósito explícito "la pregunta por el sentido del ser". Heidegger observa que esta pregunta "ha caído en el olvido" y considera necesario reformularla completamente.
La innovación fundamental de Heidegger consiste en transformar la pregunta "¿qué es el ser?" en "la pregunta por el sentido del ser". Esta transformación es crucial porque "preguntar por el ser es preguntar, como señala Heidegger, qué es lo que queremos decir con dicha expresión".
El punto de partida heideggeriano es el Dasein (ser-ahí), que "es el ente que somos nosotros mismos". "El ser humano es, dice Heidegger, ser-ahí (Dasein), único ente que entiende el Ser, que ve su vida afectada por el Ser". El Dasein tiene una "triple primacía": ontológica (es el único ente que comprende el ser), óntica (su modo de ser es la existencia) y epistemológica (es la condición de posibilidad para toda ontología).
Lo fundamental del Dasein es que "es el lugar de la apertura del ser y también del sentido y de la comprensión del ser". Su estructura básica es el "ser-en-el-mundo" (In-der-Welt-sein), que revela que el Dasein "no es un sujeto aislado en sí mismo, sino que sólo tiene subjetividad en cuanto la despliega en su mundo circundante".
Para Heidegger, la temporalidad es fundamental para comprender el ser. "La temporalidad se manifiesta como el sentido último de la cura", y "solo si el 'ser-ahí' entiende el sentido de su ser puede ser propia y auténticamente lo que es". El Dasein es esencialmente temporal: "es un acontecer que se va desplegando entre el nacimiento y la muerte".
Jean-Paul Sartre (1905-1980), influenciado por Heidegger, desarrolla una ontología existencialista centrada en la relación entre el ser y la nada. Su obra El ser y la nada (1943) "se considera la obra filosófica no ficticia más importante del existencialismo de Sartre".
Sartre sostiene que "el hombre está habitado desde el principio por la nada, de manera que la condición humana está compuesta, a la vez, de ser y, sobre todo, de no-ser". Su famosa tesis de que "la existencia precede a la esencia" implica que "el hombre no es otra cosa que lo que él hace de sí mismo".
A lo largo de esta evolución histórica, podemos observar ciertas líneas de continuidad y ruptura:
El problema filosófico del ser constituye el hilo conductor de la filosofía occidental, manifestándose en cada época histórica con características propias pero manteniendo su carácter de interrogante fundamental. Desde los primeros intentos presocráticos de encontrar el *arjé* hasta las sofisticadas análisis existenciales del siglo XX, la pregunta por el ser ha evolucionado pero nunca ha perdido su centralidad.
La evolución del problema muestra tanto continuidades como rupturas significativas. Las continuidades incluyen la persistencia de ciertas preguntas fundamentales: ¿qué significa ser? ¿cuál es la relación entre lo uno y lo múltiple? ¿cómo se relacionan el pensamiento y la realidad? Las rupturas incluyen las transformaciones metodológicas (del método racional griego a la fenomenología moderna) y las reorientaciones temáticas (del ser objetivo al Dasein existencial).
El legado de esta tradición nos muestra que el problema del ser no es simplemente una cuestión técnica de la filosofía académica, sino que toca las preguntas más profundas sobre el sentido de la existencia humana, la naturaleza de la realidad y nuestro lugar en el cosmos. Como observa Heidegger, "la pregunta por el ser" permanece como "la pregunta más universal y la más vacía" pero también "la más concreta", pues determina nuestra comprensión de todo lo que encontramos en la experiencia.
Explora las obras originales y estudios académicos sobre el problema del ser: